En la Bombonerita, se abren puertas que estaban cerradas con llave.
Cuenta Oscar Verna, el encargado de mantenimiento de las máquinas de café, que luego de terminar su trabajo a las 9 de la noche en el primer piso de La Bombonera empezó a escuchar los pasos de la hinchada bajando las escaleras.
Durante la madrugada, en las recorridas de rutina y cuando las luces están apagadas, "se escuchan ruidos que llegan desde la bandeja que utiliza La Doce, se observan sombras movilizándose a toda velocidad y en distintas direcciones", según el testimonio de un vigilador.
Algunos aseguran que mucho contribuye el hecho de que cada tanto se dispersen, en el césped de la Bombonera, las cenizas de socios muertos a los que se les cumple esa última voluntad.
Federico Retore, utilero del equipo de básquet, ya no va más tres horas antes de los partidos: "Lo peor me pasó una noche que llegué a las 11 para preparar la ropa de los muchachos porque a las 2 nos íbamos a Sunchales y a Paraná. Salí a fumar un cigarrillo y afuera vi a un hombre alto, de traje gris. Era de tez blanca pero no alcancé a distinguir sus facciones. Ni me di vuelta para entrar y el tipo había desaparecido. Los muchachos me dicen que, por la descripción que les di, puede ser el utilero anterior, el Tarija Fernández". El Tarija Fernández era, efectivamente, el anterior utilero y murió hace un tiempo en un baño de Casa Amarilla. Retore también se acuerda del día en que escuchó pelotazos en el gimnasio y ruido de mancuernas chocando con el piso. Eran sonidos sin una imagen que los acompañara. Nadie estaba jugando al básquet, nadie estaba haciendo gimnasia. Fuente.