En el año 2006, un trabajo de investigación reveló que existen 40 cementerios debajo del asfalto que pisan día a día miles de personas en la ciudad de Buenos Aires.
Estos cementerios fueron creados entre los siglos XVII y XVIII. Algunos de esos sitios están debajo de la Plaza de Mayo, la plaza España y la plaza 1º de Mayo, el parque Los Andes de Chacarita, la sede central del Banco Nación, y en la zona del cruce de las avenidas Corrientes y 9 de Julio. Incluso, aún pueden encontrarse restos humanos, parte de un pasado colonial que marcó los orígenes del país.
Las últimas tumbas de los primeros porteños estaban ubicadas, para el 1600, dentro de los templos. Luego se abrieron camposantos anexos a las iglesias ante el aumento de la cantidad de fallecidos, y después se crearon los cementerios, con la llegada de las epidemias, a principios del 1800.
Este mapa de alrededor de 40 lugares de entierro fue elaborado por la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural (CPPHC) porteño.
Las personas de la clase alta eran sepultadas en los interiores de los templos, mientras que la gente del pueblo, los esclavos o reos eran enterrados en anexos. Una muestra fue la Iglesia de San Miguel, construida en 1727, en lo que hoy es la esquina de Tacuarí e Independencia, y luego trasladada a Mitre y Suipacha, en cuyo cementerio, actual plaza Roberto Arlt, eran enterrados los pobres y ajusticiados. “Hay de todo debajo de Buenos Aires. Es muy impresionante y apasionante. La mayoría de los cementerios están bajo o en los alrededores de las iglesias, y muchas de ellas aún están en pie”, explica Leticia Malonese, y agrega: “Acá (en Argentina) siempre se tapa todo, y hay muchos lugares que se rellenaron de basura, como si hubiésemos querido ocultar el pasado colonial”. Para 1800, existieron dos cementerios donde se enterraba a los habitantes “disidentes” que no profesaban la religión católica apostólica romana, sino que eran protestantes. El primero de ellos, llamado “Del Socorro”, estaba ubicado en Juncal y Suipacha, donde eran enterrados los ciudadanos de origen estadounidense y alemán, y el otro, el “Victoria”, situado en lo que hoy es la plaza 1º de Mayo, en el barrio de Balvanera, albergó a los fallecidos de la comunidad británica. En ese mismo lugar, según se cree, fueron inhumados los primeros habitantes judíos de la ciudad de Buenos Aires, que para comienzos de 1900 fueron trasladados hacia la primera necrópolis propia, en el partido bonaerense de Avellaneda. “Todavía hay restos humanos –asegura Malonese–, y muchos se conservan en buen estado a pesar de los años. Todas las construcciones que hay bajo tierra son grandes. En esa época había mucho terreno libre y se utilizaban amplios espacios que, con el pasar de los años, se cerraban y se les construía encima.” Pero las distintas epidemias que azotaron la ciudad obligaron a las autoridades locales del momento a destinar campos alejados como lugares de entierro para los miles de muertos. Así fue como surgió el “cementerio provisorio por epidemia de cólera”, bajo la actual Plaza España, en Barracas, que luego fue reemplazado por el “Del Sud”, donde hoy está el parque Ameghino, en Parque Patricios. Este último fue habilitado en 1867 durante un brote epidémico, y cerró sus puertas cuando llegó al límite de sepultura de 18 mil cadáveres, con la fiebre amarilla de 1871. Una situación similar se vivió en el cementerio viejo de la Chacarita, ubicado en el terreno que hoy ocupa el parque Los Andes. En el cementerio de la Recoleta funcionó un camposanto, la huerta y los jardines de los monjes recoletos. Este lugar fue el primero de los entierros públicos que tuvo la Capital Federal, inaugurado el 17 de noviembre de 1822, como consecuencia de la reforma religiosa llevada a cabo por Bernardino Rivadavia, ministro de gobierno bonaerense. Desde entonces, las familias más tradicionales de Buenos Aires eligieron este lugar para levantar suntuosas bóvedas, que perduran hasta hoy. FUENTE.
Después de esto, no me quiero imaginar la cantidad de muertos que levantaron para construír los subtes.
Estos cementerios fueron creados entre los siglos XVII y XVIII. Algunos de esos sitios están debajo de la Plaza de Mayo, la plaza España y la plaza 1º de Mayo, el parque Los Andes de Chacarita, la sede central del Banco Nación, y en la zona del cruce de las avenidas Corrientes y 9 de Julio. Incluso, aún pueden encontrarse restos humanos, parte de un pasado colonial que marcó los orígenes del país.
Las últimas tumbas de los primeros porteños estaban ubicadas, para el 1600, dentro de los templos. Luego se abrieron camposantos anexos a las iglesias ante el aumento de la cantidad de fallecidos, y después se crearon los cementerios, con la llegada de las epidemias, a principios del 1800.
Este mapa de alrededor de 40 lugares de entierro fue elaborado por la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural (CPPHC) porteño.
Las personas de la clase alta eran sepultadas en los interiores de los templos, mientras que la gente del pueblo, los esclavos o reos eran enterrados en anexos. Una muestra fue la Iglesia de San Miguel, construida en 1727, en lo que hoy es la esquina de Tacuarí e Independencia, y luego trasladada a Mitre y Suipacha, en cuyo cementerio, actual plaza Roberto Arlt, eran enterrados los pobres y ajusticiados. “Hay de todo debajo de Buenos Aires. Es muy impresionante y apasionante. La mayoría de los cementerios están bajo o en los alrededores de las iglesias, y muchas de ellas aún están en pie”, explica Leticia Malonese, y agrega: “Acá (en Argentina) siempre se tapa todo, y hay muchos lugares que se rellenaron de basura, como si hubiésemos querido ocultar el pasado colonial”. Para 1800, existieron dos cementerios donde se enterraba a los habitantes “disidentes” que no profesaban la religión católica apostólica romana, sino que eran protestantes. El primero de ellos, llamado “Del Socorro”, estaba ubicado en Juncal y Suipacha, donde eran enterrados los ciudadanos de origen estadounidense y alemán, y el otro, el “Victoria”, situado en lo que hoy es la plaza 1º de Mayo, en el barrio de Balvanera, albergó a los fallecidos de la comunidad británica. En ese mismo lugar, según se cree, fueron inhumados los primeros habitantes judíos de la ciudad de Buenos Aires, que para comienzos de 1900 fueron trasladados hacia la primera necrópolis propia, en el partido bonaerense de Avellaneda. “Todavía hay restos humanos –asegura Malonese–, y muchos se conservan en buen estado a pesar de los años. Todas las construcciones que hay bajo tierra son grandes. En esa época había mucho terreno libre y se utilizaban amplios espacios que, con el pasar de los años, se cerraban y se les construía encima.” Pero las distintas epidemias que azotaron la ciudad obligaron a las autoridades locales del momento a destinar campos alejados como lugares de entierro para los miles de muertos. Así fue como surgió el “cementerio provisorio por epidemia de cólera”, bajo la actual Plaza España, en Barracas, que luego fue reemplazado por el “Del Sud”, donde hoy está el parque Ameghino, en Parque Patricios. Este último fue habilitado en 1867 durante un brote epidémico, y cerró sus puertas cuando llegó al límite de sepultura de 18 mil cadáveres, con la fiebre amarilla de 1871. Una situación similar se vivió en el cementerio viejo de la Chacarita, ubicado en el terreno que hoy ocupa el parque Los Andes. En el cementerio de la Recoleta funcionó un camposanto, la huerta y los jardines de los monjes recoletos. Este lugar fue el primero de los entierros públicos que tuvo la Capital Federal, inaugurado el 17 de noviembre de 1822, como consecuencia de la reforma religiosa llevada a cabo por Bernardino Rivadavia, ministro de gobierno bonaerense. Desde entonces, las familias más tradicionales de Buenos Aires eligieron este lugar para levantar suntuosas bóvedas, que perduran hasta hoy. FUENTE.
Después de esto, no me quiero imaginar la cantidad de muertos que levantaron para construír los subtes.
1 comentarios:
Hola, espero que estes muy bien!!, mil gracias por tus comentarios!!
cualquier cosita agregame al msn para lo que necesites.
Gracias
Besoss
Publicar un comentario