viernes, 27 de junio de 2008

Secretos del Mar: El próximo verano...

Mucha gente se pregunta: ¿qué puedo hacer yo por la ecología? ¿puedo ayudar a salvar a un delfín? Las respuestas a estas preguntas no están ligadas a las grandes acciones sino a las pequeñas, que suelen ser las más importantes.

Cuando llega el verano los humanos nos sentimos atraídos por el mar. Las multitudes se congregan en las playas en busca de un contacto con las olas marinas que nos produzcan placer y descanso. Pero el paso humano deja su huella fatal en las playas de arena. Millones de bolsas de nylon y plásticos de todo tipo son abandonados en la costa y el viento o las mareas se encargan de arrastrarlos al mar.

Una bolsa de nylon puede navegar varias decenas de años sin degradarse. Las tortugas marinas las confunden con medusas y las comen ahogándose en el intento por tragarlas. Miles de delfines caen también en la confusión y mueren ahogados por la envoltura de un sandwich. Ellos no pueden reconocer los desperdicios humanos, simplemente se confunden, después de todo, "lo que flota en el mar se come".

La tapa plástica de una botella, más dura que una bolsa, puede permanecer inalterable navegando por los mares por más de un siglo. El Dr. James Ludwing que se encontraba estudiando al albatros en la Isla de Midway, en el Pacífico, muy lejos de los centros poblados, hizo un hallazgo espantoso. Cuando comenzó a recoger el contenido del buche de sólo ocho pichones de albatros muertos encontró: 42 tapas plásticas de botellas, 18 encendedores descartables, una motocicleta plástica de juguete y dos puñados de restos flotantes que en su mayoría eran pequeños pedacitos de plástico. Estos pichones habían sido alimentados por sus padres que no pudieron reconocer los desperdicios al momento de elegir su alimento.

El próximo verano, cuando visites tu playa preferida, tal vez encuentres en la arena basura que otra persona arrojó. No es tu basura, pero es tu playa y debes hacer algo por ella. Muchos padres juegan con sus hijos el juego de "A ver... ¿quién consigue juntar la mayor cantidad de plásticos?" en medio de una inolvidable lección de ecología. Otros, en silencio, toman un plástico abandonado y lo llevan con ellos a sus casas, lejos del mar. Los verás pasar sonrientes, saben que han salvado a un delfín.

Lo que acaban de leer es un artículo de "Secretos del Mar", una enciclopedia virtual que nació de la necesidad de su autor, Tito Rodríguez (1958-2007) de difundir el mar, sus misterios y la importancia de cuidarlo. Este post, así como todo lo que publico en este blog, está a la disposición de los lectores. Particularmente, me interesa que este post circule por la importancia de su contenido.
Personalmente tuve la posibilidad de conocer casi todas las formas de vida de este planeta, les aseguro que vale la pena conservarlo para tener la posibilidad de verlo nuevamente.
Como decía Tito Rodríguez:
"No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce". Fuente.

miércoles, 18 de junio de 2008

La Torre de Clementina

En el barrio de La Boca, sobre la calle Benito Perez Galdós 390, se encuentra uno de los edificios “malditos” de la ciudad, la torre de los fantasmas, obra del arquitecto Guillermo Álvarez. Según esta leyenda urbana, la artista que habitaba esta torre puso fin a su vida sin dejar evidencia de ello. Desde entonces, la Torre ganó fama de estar embrujada, y su actual residente asegura que, por la noche, los pasos de la muerta no lo dejan dormir. Fuente. Algunos boquenses que pasan frente a ella, los más viejos, aún se persignan como protegiéndose de las historias que la rodean. En ese lugar vivió Clementina, una pintora que compartía sus días con una familia de gatos y, según los vecinos, no salía mucho. Todo hacía pensar que tenía una vida tranquila, casi aburrida, pero un día ocurrió algo que pronto se convirtió en una pequeña leyenda urbana.
A pesar de que prefería la soledad de su atelier, y quizás con el único fin de dar un poco de vuelo a su alicaída carrera pictórica, Clementina aceptó realizar una entrevista, la misma se realizaría en su propia casa, y Clementina accedió a que se tomaran fotografías de algunas de las obras que aún no había expuesto.
La charla se desarrolló con normalidad, casi con monotonía, pero cuando el periodista hizo revelar las fotografías supo que esta podía convertirse en una de las mejores historias que habían llegado a sus manos. Sin perder tiempo, se dirigió a la casa de Clementina para mostrarle lo que había descubierto.
La pintora se sorprendió al verla nuevamente, pero más lo hizo al ver las imágenes. Allí, entre sus pinceladas, aparecían tres hombrecitos muy pequeños que ella no había pintado. Los duendecillos o fantasmas parecían jugar sobre las telas, mezclándose entre los colores y los dibujos. Clementina no quiso hablar sobre el tema. Evidentemente perturbada por lo que acababa de ver, invitó al periodista a retirarse de su casa y sólo deslizó un enigmático comentario: "usted no tenía que verlos".
Al poco tiempo Clementina aparecía en el diario, pero en la sección de noticias policiales. Algunos vecinos escucharon un disparo en la casa de la pintora y temiendo por su vida, llamaron a la policía. Nadie había salido del departamento cuando los oficiales llegaron al lugar, pero al forzar la puerta no encontraron nada extraño. Todo parecía normal, salvo por un pequeño detalle: ni Clementina ni sus pinturas estaban allí. Nunca se supo qué fue de ella. Fuente. En estos momentos la torre será convertida en una galería de arte colectivo, por lo que además de su fantasma, el espíritu de Clementina seguirá entre sus paredes. Fuente.

lunes, 2 de junio de 2008

Las galletitas asesinas

Este hecho ocurrió en San Diego. Linda Burnett, de 23 años, fue a un supermercado cercano a hacer las compras. En el transcurso de la tarde, mucha gente la vió sentada en el coche con las ventanillas subidas y los ojos cerrados, con ambas manos detras de la cabeza. Un cliente que había estado en el supermercado un rato se preocupó y se acerco al coche. Se dio cuenta de que Linda había abierto los ojos y que presentaba un extraño aspecto. Le preguntó si se encontraba bien, y Linda contestó que le habían pegado un tiro en la nuca y que llevaba una hora sujetando su masa encefálica. El hombre llamó a un médico que para poder entrar en el coche tuvo que romper la ventanilla, ya que el coche estaba cerrado y Linda se negaba a quitar las manos de su cabeza. Cuando finalmente entraron, descubrieron que Linda tenía pegado un bollo blando en su cabeza. Un paquete de galletas había explotado por el calor, haciendo un ruido fuerte, y el pegote le había dado en la nuca. cuando se toco para ver que era, solo sintio algo blando, así que pensó que se trataba de su cerebro. En un principio se desmayó, pero se recuperó enseguida y trato de sujetar su cerebro durante más de una hora hasta que alguien vino en su ayuda.