Coquena es uno de mis tan amados seres mitológicos, uno de los tantos que adornan las páginas de aquellos libros que atesoro desde hace ya tanto tiempo. Se dice que este ser habita las tierras del noroeste argentino, donde protege celosamente la fauna silvestre, premiando a los pastores que realizan con esmero su trabajo con monedas de oro y plata, que según dicen pertenece al tesoro oculto de los incas, el cual también protege Coquena. Eso sí, nunca se debe contar el secreto, porque de los contrario, él quitará lo que dio.
Su nombre refiere a la fascinación que tiene por las hojas de coca, por lo que se le debe agradecer dejándole estas hojas entre las piedras del lugar.
Coquena solo permite la caza por necesidad y a la vieja usanza (con boleadoras previo rodeo y encierro), es invocado para tener éxito en la cacería mediante la ofrenda de hojas de coca o comida. Coquena se considera un ser protector de las vicuñas, guanacos, llamas y animales silvestres; cuyo mito se mantiene vigente en la Puna y la Quebrada y se aparece a los pastores y a los cazadores que cazan con armas de fuego. En estos casos, Coquena se aparece en forma de una vicuña, de una llama, una alpaca o un guanaco, el cazador le disparara y jamás le acertara.
Se dice que es hijo de la Pachamama (Madre Tierra) y que es un hombre pequeño, con rasgos del altiplano y con barba. Los lugareños lo describen como un hombre de aspecto amigable y sonriente, aunque los encuentros duran apenas segundos. Usa ropa de lana tejida y un gorro con orejeras.
FUENTE.
Coquena se aparece en sueños a los hombres de familia con escasos recursos y le dice donde están las manadas sin crías que podría cazar para llevar alimento para la familia.
También se dice que Coquena ha quitado animales a quien no sabía valorarlos, así como ha premiado a pastores que protegieron la vida de sus animales con riesgo de la propia.
El puneño no caza más animales de los que necesita para su subsistencia para no despertar la ira de Coquena.
FUENTE.
Juan Carlos Dávalos, poeta salteño, dedicó una poesía a Coquena en su libro "Los Cantos de la Montaña" que podrán leer a continuación.
Cazando vicuñas anduve en los cerros
Heridas de bala se escaparon dos.
- No caces vicuñas con armas de fuego ;
Coquena se enoja, - me dijo un pastor.
- ¿Por qué no pillarlas a la usanza vieja,
cercando la hoyada con hilo punzó ?
- ¿Para qué matarlas, si sólo codicias
para tus vestidos el fino vellón ?
- No caces vicuñas con armas de fuego,
Coquena se venga, - te lo digo yo
¿No viste en las mansas pupilas obscuras
brillar la serena mirada del dios ?
- ¿Tú viste a Coquena ? - Yo nunca lo vide,
pero si mi agüelo, - repuso el pastor ;
una vez oíle silbar solamente
y en unos tolares, como a la oración.
Coquena es enano ; de vicuña lleva
sombrero, escarpines, casaca y calzón,
gasta diminutas hojotas de duende,
y diz que es de cholo la cara del dios.
De todo ganado que pace en los cerros
Coquena es oculto, celoso pastor ;
Si ves a lo lejos moverse las tropas,
es porque invisible las arrea el dios.
Y es él quien se roba de noche las llamas
cuando con exceso las carga el patrón.
Juan Carlos Dávalos.